jueves, 14 de abril de 2011

¿Quién será el nuevo Presidente del Perú?

Hoy no estamos mejor que hace cinco años y creo que lo sabemos de sobra. El crecimiento económico no ha llegado por igual a todos y la tan mentada reducción de la pobreza apenas se siente en los sectores C, D y E que es en donde están los verdaderos segmentos populares que representan a más de la mitad de la población peruana. A pesar de esa constatación muchos analistas no se atreven a predecir quien podría ser el nuevo Presidente del Perú. Pero como medio tenemos que decir lo que advertimos en función de los hechos que se han venido dando.

No será un hombre de centro el que gane, sino un hombre de derecha o de izquierda. La extrema derecha y la extrema izquierda tienen elementos comunes que los hacen parecidos; nacionalismo político y proteccionismo económico. Y ambas propugnan el Cambio. Lo único que les falta es que se pongan de acuerdo, para que vayan unidas en esa dirección y así tener la oportunidad de que le hagan un bien al país.

Ambas fuerzas tienen, además, intereses opuestos, lo sabemos. Y ostentan cada una cierto poder sólido en determinados sectores. En cierto modo, las dos fuerzas tienen un poder indiscutible. Tanto la derecha y la izquierda tienen poder político, una a través del sector económico, la otra a través del sector social. Pero para que un país sea viable, ambas deben caminar por el mismo sendero, cada una obteniendo los beneficios que le son necesarias. Si esos conflictos se superan tendremos algo más que un simple y mero gobierno; ganaremos gobernabilidad.

Esta podría ser una de las razones que detenga a la derecha de aquel afán de gobernar sola. Saben bien que no están en las condiciones de hacerlo de tal forma, para que los derechos de todos los peruanos sean garantizados con justicia y la exclusión social deje de ser algo potencialmente peligroso en nuestra sociedad. Se necesita que todos los peruanos sean incluidos y no solamente los peruanos de los sectores A y B. Esa ruptura con los sectores restantes, populares, debe solucionarse o el país se dividirá en dos y los sectores menos favorecidos terminarán como siempre rompiendo con el sistema.

Lo grave de estos conflictos sociales es que pueden conducir a otra guerra interna y no necesariamente del tipo de Sendero Luminoso, sino una mucho más violenta y subterránea, inmersa en la clandestinidad y apoyada en el narcotráfico. No me refiero a grupos ideológicos sino a bandas y mafias locales que defenderán su espacio y sus propios intereses y sus propias razones, que también son económicas.

Para el candidato de la derecha, le será muy difícil obtener la victoria frente al candidato de la izquierda, porque tendrá que cargar con el peso de los errores y culpas del actual gobierno del Presidente Alan García, que ha seguido una línea en contra del pueblo, apoyando a los grandes grupos económicos peruanos.

Hasta aquí estamos hablando de elecciones limpias y transparentes. ¿Pero qué pasará si estas elecciones vienen preparadas para que el único que pueda ganar sea un candidato de derecha? Si tenemos indicios de esta posibilidad todo podría complicarse y no sabríamos predecir el grado de indignación popular y el nivel de las protestas. Cosa que esperamos que no suceda por el bien del país. Esa es la otra preocupación que tiene a muchos ciudadanos inquietos sobre lo que pasará mañana domingo 10 de abril de 2011.

Desde nuestro punto de vista los dos candidatos que pasarían a la segunda vuelta serían los candidatos de la izquierda y el candidato de la derecha. Esa sería la primera señal de que en la segunda vuelta se podría estar buscando el fraude. Y que el ganador sería el candidato de los “Chicos Ricos”. Pero la derecha también sabe que no sería la mejor opción, porque el Perú profundo viene esperando por décadas un cambio verdadero. La mitad de Lima no es el Perú. Ojala prime el buen sentido y un pragmatismo sensato para que los dos candidatos tiendan puentes de unión y así armen un proyecto común en pro de todos los peruanos.

Si queremos que el Perú gane, no sólo en esta lucha electoral, sino en la del bienestar y el desarrollo, haciendo que el nivel de vida mejore para todos, un candidato debe empezar por ser justo con su gente y reconocer lo que el pueblo busca y reclama. Y aunque no nos guste, esa es la gran lección de la historia: que hay que trabajar sin demagogia, dándole al pueblo dignidad.

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